martes, 3 de febrero de 2009

En la Biblia Jesucristo recibe muchos nombres, así por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Isaías lo llama: “príncipe de paz”; en el Nuevo Testamento, principalmente en los evangelios se le llama “Hijo de David” “El Hijo del Hombre” “Cordero de Dios” “Maestro” “Hijo de Dios” y otros no menos importantes.

Con admiración yo le llamaría también a Jesús un prodigioso creador literario. ¿Por qué razón? Mi justificación es la siguiente: Jesús en su ministerio de Maestro, escogió la expresión literaria para enseñar los valores del Reino. “El reino de los cielos es semejante…” iniciaba su enseñanza ante las multitudes que lo escuchaban con asombro. El Señor con frecuencia hablaba a través de parábolas que él mismo creaba. ¿Pero qué es una parábola desde el punto de vista literario? Es la narración de un suceso fingido (producto de la imaginación) del cual se deduce una verdad importante o una enseñanza de carácter espiritual y moral. Una de sus características importantes es que se inspira en hechos sencillos para hacernos comprender verdades profundas.

Con base a la anterior definición, podemos afirmar que Jesús cuando enseñó acá en la tierra inventó conmovedoras parábolas tales como la del Hijo Pródigo para hacernos comprender el amplio amor de Dios por los pecadores. La literatura universal le debe a nuestro Señor Jesucristo hermosos relatos que pueden transformar la vida de las personas.

Por Vladimir Orellana Cárcamo